Mar 22 2024

Principio de Rectitud

(referente a contenidos como el I Ching)

Conocimiento es el saber de los Hombres. Sabiduría es el pensamiento de Dios.

El Conocimiento es necesario, como el estudio, la investigación, el análisis, la comparación… sin embargo, si el saber no asciende al Discernimiento bajo principios y valores espirituales suele petrificarse y crear paradigmas que fomentan el sectarismo ideológico o el endiosamiento de las ‘verdades’ conseguidas.

Aplicar Conocimiento exento de Sabiduría a los textos y enseñanzas espirituales conlleva al mismo fondo, pero, además, suelen irradiar grados ascendentes de fanatismo.

La mayor estupidez es aquella que agrega al Conocimiento altos grados de egocentrismo: culminando la tesis o la teoría en un asunto de ‘defensa de la propia supremacía intelectual

La Sabiduría posee un piso sólido que debe asumirse como inherente a la identidad personal: las Ocho Virtudes. Si éstas quedan en el saber y la lectura, o en la aprobación superficial, no cumplen con su empuje hacia Lo Alto. Es cuando la Óctuple Virtud se Hace Persona que el Hombre alcanza la Visión de La Sabiduría.

Los sabios de la antigüedad nos heredaron textos por ellos considerados sagrados, y es señal de humildad y respeto aceptar la dádiva por aquello que se nos concede. Y junto al contenido en un libro, nos enseñan un sistema de Contemplación, y de sus escritos nos llegan enseñanzas sobre la importancia vital de la Meditación y de la Suprema Quietud.

Sabiduría inicial es seguir la huella de la maestría que aceptamos. Necedad es tomar la herencia para desglosarla en búsqueda de aquello que el egoísmo requiere.

Sabiduría es nunca tomar lo espiritual si no se posee fe o nada en el interior de la persona induce a entrar en la sala del Cielo. Y sabio es quién entra con humildad, cuan neófito, vomitando el saber adquirido para limpiar su vaso receptor y recibir nueva nutrición.

Cuando el mundano toma para sí lo sabio, lo espiritual o lo sagrado: suele armar religiones, iglesias, sectas o egotistas plataformas para hacer brillar su ilustración.

Un buen Discípulo de La Sabiduría obedece a un principio de Rectitud: que mientras más obtiene, más entrega, y de cuanto comparte dará razones apegadas a la Fuente y Raíz de la enseñanza, sin inventar teoría o deducir verdades que antes no han sido corroboradas por el Discernimiento y la Vivencia.


Mar 20 2024

“No juegues con los dioses: ¡te destrozarán!” (Lao tse- TaoTeKing)

El Anciano entra a la sala en donde un grupo de discípulos- varones y mujeres- discutían sobre un asunto que, al parecer, causaba polémica y voces altas.

– ¿De qué trata la cuestión que tan acaloradamente debaten?

– Maestro, decidimos entre todos que cada uno daría una visión lo más objetiva posible de textos que habitualmente leemos y que son importantes para nuestra espiritualidad. Así, a mi tocó disertar sobre los evangelios, a ella sobre el I Ching…

– ¿Y cuál es el punto de discusión?

– Que, si debemos asumir los textos en su literalidad, o son factibles de interpretar. Aquello que no entendemos, o no nos parece lógico: ¿queda sujeto a la visión de cada uno? Y si es así: ¿quién tiene razón de las varias versiones que surgen entre nosotros?

– Entiendo. Para ordenar las ideas: cada texto tiene un tema o autor central, y además posee un contexto y un campo de desarrollo. Por ejemplo, el corazón de los evangelios es Cristo, su lugar geográfico, su tiempo y condiciones pueden determinarse, y su relato establece un asunto que amerita conversar: si Cristo era esencialmente ‘un hombre’ (Jesús) o, en cambio, se trata de la encarnación de una divinidad (El Verbo, un Elohim). Por su parte, si el I Ching es un Oráculo: debe ser tratado según su condición de tal. Si fuese un libro de imágenes poéticas que deja a la libre interpretación su significado, entonces estamos ante una ‘mancia’ o sistema de libre adivinación… e incluso podríamos tomarle como un contenido abstracto propenso a la filosofía.

¿Cómo resolvemos esta base esencial? Porque disipado este aspecto, que define el tratamiento, el resto nos obliga a ir por una senda congruente, aunque sea errada o sea opuesta a la verdad del Libro en cuestión. Disolvemos el nudo dejando que el texto nos indique de cómo se concibe a sí mismo: leemos, por ejemplo, que Jesús se presenta a sí mismo en muchos pasajes: ¿dice que es un simple hombre, un maestro…? O de sí mismo ¿dice que ‘viene de Lo Alto’ y menciona hechos de pertenencia u origen que no son de este mundo terrenal? Ahora bien, según como él se presenta -(cuan dios encarnado)- es que debemos comprender el Sentido y Propósito de sus enseñanzas: no humanas y terrenales y sí por aquello que el Cristo Es: espirituales y divinas ¿Podemos nosotros interpretar como mejor nos convenga porque Quien Nos Habla (por medio del texto)se presenta de un modo que no queremos, y preferimos dar otra calidad y sentido? Tal cosa sería ‘deshonestidad intelectual’ y una evidente manipulación enmarcada en el subjetivismo. Y desde la visión de la rectitud espiritual: sería una maniobra de apostasía.

Ahora, la misma regla aplicamos con el I Ching:  en su texto antiguo se presenta como: ‘un instrumento que los dioses pusieron en manos del Hombre para que éste ayudara en el Sentido de la Creación’. Su propósito declarado es que: ‘el Hombre terrenal ascienda al Camino Medio’. Y reitera su propósito de inducir al Logro del ‘Hombre Superior’. Su contenido es Sabiduría y en sus Signos (hexagramas) desarrolla las Virtudes del ‘Noble’. Siendo esta su base: ¿podríamos usar este Medio para fines baladí, de baja mundanidad? La Coherencia dice que no. ¿Podemos acceder a éste sin antes comprender su Sentido y Propósito? Acaso ¿interpretaremos sus símbolos e imágenes sin saber de la cultura que origina sus figuras y representaciones? ¿Podremos ignorar el sustento que da contexto a su contenido?… como la Ley de los Cielos, el principio del Yin-Yang, la Ley de los Cambios (de la cual proviene su nombre ‘el Libro de los Cambios o Mutaciones’) …  ¡claro que no! Y si contiene fórmulas matemáticas(binarias) ¿podemos ignorar sus ecuaciones? Y si tratamos con un Oráculo:  será justo acudir al mismo sistema para que nos oriente sobre nuestra relación y camino con el I Ching. De este modo seremos discípulos del Oráculo de Sabiduría y no sus verdugos.

Hagan la siguiente demanda: ¿Por qué el Hombre interpreta textos espirituales y de sabiduría de un modo siempre subjetivo, individualista (egotismo), y los adapta a su modo de ver la existencia o de concebir el mundo?

– Por soberbia…por ignorancia…por exceso de intelectualismo… por una concepción materialista…por lógica del conocimiento…

– Antes que sigan, les diré: lo hace por miedo.

El Hombre quiere creer en Lo Superior y en lo divino, pero teme que aquello lo enjuicie en sus modos y moral, y que una realidad que no controla, al final, sea La Verdad y la realidad que se impone por sobre sus planes individuales. El Ser Común lucha por el dominio de su mundo y de su Carnalidad, por su sentido de existencia (sobrevivencia) y para sus propósito. Entonces, ante su visión y saber se abre y aparece un universo que, inexorable, bota, sacude, pone en cuestión sus paradigmas y demuestra lo frágil de la ilusión en la que habita, y lo coloca ante opciones de transformación y de superación que no están en sus planes, ni en sus ideas: al final, por consecuencia, toma lo divino, lo espiritual, la sabiduría, y lo hace su instrumento bajo especulaciones e interpretaciones convenientes. Y como así, bajo el mismo temor, lo hacen otros: será cuando, de una fuente, se suceden muchas vertientes que, incluso, desmienten al original y lo tergiversan hasta despojarle de su Sentido Esencial.

No que del evangelio o del I Ching, o de otros textos de enseñanzas espirituales, nazcan teorías y versiones en contradicción y a veces en confrontación porque así lo pretende el contenido del Libro o resulta de la Enseñanza, sino es porque el pavor de los Hombres despedaza la Esencia, Sentido y Propósito de fuentes que rompen con la Ilusión de este sistema mundano…y esta verdad les hace perder el Control. Y en lugar de un acto de honestidad que simplemente deja de lado aquello en lo que no cree o no acepta, opta, porfiadamente, por tomarlo para sí y descomponerla con sus propias especulaciones, y desde su trinchera dispara a otras varias interpretaciones que también (cree o siente) amenazan con desalojar o poner en duda el producto de su preciosa invención.

La honestidad y la rectitud nos dice que, si entramos por las sendas espirituales y divinas, no podemos imponer una pretendida ‘supremacía intelectual’ o acomodar dichas alturas a según nuestros propósitos mundanos y proceder por el miedo que nos aferra al efímero Control. Porque el miedo y el ficticio Control sólo provocan que los dioses tomen al pretencioso como a muñeco de aserrín, el cual, después del festín, irá a la hoguera del olvido.