Principio de Rectitud

(referente a contenidos como el I Ching)

Conocimiento es el saber de los Hombres. Sabiduría es el pensamiento de Dios.

El Conocimiento es necesario, como el estudio, la investigación, el análisis, la comparación… sin embargo, si el saber no asciende al Discernimiento bajo principios y valores espirituales suele petrificarse y crear paradigmas que fomentan el sectarismo ideológico o el endiosamiento de las ‘verdades’ conseguidas.

Aplicar Conocimiento exento de Sabiduría a los textos y enseñanzas espirituales conlleva al mismo fondo, pero, además, suelen irradiar grados ascendentes de fanatismo.

La mayor estupidez es aquella que agrega al Conocimiento altos grados de egocentrismo: culminando la tesis o la teoría en un asunto de ‘defensa de la propia supremacía intelectual

La Sabiduría posee un piso sólido que debe asumirse como inherente a la identidad personal: las Ocho Virtudes. Si éstas quedan en el saber y la lectura, o en la aprobación superficial, no cumplen con su empuje hacia Lo Alto. Es cuando la Óctuple Virtud se Hace Persona que el Hombre alcanza la Visión de La Sabiduría.

Los sabios de la antigüedad nos heredaron textos por ellos considerados sagrados, y es señal de humildad y respeto aceptar la dádiva por aquello que se nos concede. Y junto al contenido en un libro, nos enseñan un sistema de Contemplación, y de sus escritos nos llegan enseñanzas sobre la importancia vital de la Meditación y de la Suprema Quietud.

Sabiduría inicial es seguir la huella de la maestría que aceptamos. Necedad es tomar la herencia para desglosarla en búsqueda de aquello que el egoísmo requiere.

Sabiduría es nunca tomar lo espiritual si no se posee fe o nada en el interior de la persona induce a entrar en la sala del Cielo. Y sabio es quién entra con humildad, cuan neófito, vomitando el saber adquirido para limpiar su vaso receptor y recibir nueva nutrición.

Cuando el mundano toma para sí lo sabio, lo espiritual o lo sagrado: suele armar religiones, iglesias, sectas o egotistas plataformas para hacer brillar su ilustración.

Un buen Discípulo de La Sabiduría obedece a un principio de Rectitud: que mientras más obtiene, más entrega, y de cuanto comparte dará razones apegadas a la Fuente y Raíz de la enseñanza, sin inventar teoría o deducir verdades que antes no han sido corroboradas por el Discernimiento y la Vivencia.


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