“No juegues con los dioses: ¡te destrozarán!” (Lao tse- TaoTeKing)
El Anciano entra a la sala en donde un grupo de discípulos- varones y mujeres- discutían sobre un asunto que, al parecer, causaba polémica y voces altas.
– ¿De qué trata la cuestión que tan acaloradamente debaten?
– Maestro, decidimos entre todos que cada uno daría una visión lo más objetiva posible de textos que habitualmente leemos y que son importantes para nuestra espiritualidad. Así, a mi tocó disertar sobre los evangelios, a ella sobre el I Ching…
– ¿Y cuál es el punto de discusión?
– Que, si debemos asumir los textos en su literalidad, o son factibles de interpretar. Aquello que no entendemos, o no nos parece lógico: ¿queda sujeto a la visión de cada uno? Y si es así: ¿quién tiene razón de las varias versiones que surgen entre nosotros?
– Entiendo. Para ordenar las ideas: cada texto tiene un tema o autor central, y además posee un contexto y un campo de desarrollo. Por ejemplo, el corazón de los evangelios es Cristo, su lugar geográfico, su tiempo y condiciones pueden determinarse, y su relato establece un asunto que amerita conversar: si Cristo era esencialmente ‘un hombre’ (Jesús) o, en cambio, se trata de la encarnación de una divinidad (El Verbo, un Elohim). Por su parte, si el I Ching es un Oráculo: debe ser tratado según su condición de tal. Si fuese un libro de imágenes poéticas que deja a la libre interpretación su significado, entonces estamos ante una ‘mancia’ o sistema de libre adivinación… e incluso podríamos tomarle como un contenido abstracto propenso a la filosofía.
¿Cómo resolvemos esta base esencial? Porque disipado este aspecto, que define el tratamiento, el resto nos obliga a ir por una senda congruente, aunque sea errada o sea opuesta a la verdad del Libro en cuestión. Disolvemos el nudo dejando que el texto nos indique de cómo se concibe a sí mismo: leemos, por ejemplo, que Jesús se presenta a sí mismo en muchos pasajes: ¿dice que es un simple hombre, un maestro…? O de sí mismo ¿dice que ‘viene de Lo Alto’ y menciona hechos de pertenencia u origen que no son de este mundo terrenal? Ahora bien, según como él se presenta -(cuan dios encarnado)- es que debemos comprender el Sentido y Propósito de sus enseñanzas: no humanas y terrenales y sí por aquello que el Cristo Es: espirituales y divinas ¿Podemos nosotros interpretar como mejor nos convenga porque Quien Nos Habla (por medio del texto)se presenta de un modo que no queremos, y preferimos dar otra calidad y sentido? Tal cosa sería ‘deshonestidad intelectual’ y una evidente manipulación enmarcada en el subjetivismo. Y desde la visión de la rectitud espiritual: sería una maniobra de apostasía.
Ahora, la misma regla aplicamos con el I Ching: en su texto antiguo se presenta como: ‘un instrumento que los dioses pusieron en manos del Hombre para que éste ayudara en el Sentido de la Creación’. Su propósito declarado es que: ‘el Hombre terrenal ascienda al Camino Medio’. Y reitera su propósito de inducir al Logro del ‘Hombre Superior’. Su contenido es Sabiduría y en sus Signos (hexagramas) desarrolla las Virtudes del ‘Noble’. Siendo esta su base: ¿podríamos usar este Medio para fines baladí, de baja mundanidad? La Coherencia dice que no. ¿Podemos acceder a éste sin antes comprender su Sentido y Propósito? Acaso ¿interpretaremos sus símbolos e imágenes sin saber de la cultura que origina sus figuras y representaciones? ¿Podremos ignorar el sustento que da contexto a su contenido?… como la Ley de los Cielos, el principio del Yin-Yang, la Ley de los Cambios (de la cual proviene su nombre ‘el Libro de los Cambios o Mutaciones’) … ¡claro que no! Y si contiene fórmulas matemáticas(binarias) ¿podemos ignorar sus ecuaciones? Y si tratamos con un Oráculo: será justo acudir al mismo sistema para que nos oriente sobre nuestra relación y camino con el I Ching. De este modo seremos discípulos del Oráculo de Sabiduría y no sus verdugos.
Hagan la siguiente demanda: ¿Por qué el Hombre interpreta textos espirituales y de sabiduría de un modo siempre subjetivo, individualista (egotismo), y los adapta a su modo de ver la existencia o de concebir el mundo?
– Por soberbia…por ignorancia…por exceso de intelectualismo… por una concepción materialista…por lógica del conocimiento…
– Antes que sigan, les diré: lo hace por miedo.
El Hombre quiere creer en Lo Superior y en lo divino, pero teme que aquello lo enjuicie en sus modos y moral, y que una realidad que no controla, al final, sea La Verdad y la realidad que se impone por sobre sus planes individuales. El Ser Común lucha por el dominio de su mundo y de su Carnalidad, por su sentido de existencia (sobrevivencia) y para sus propósito. Entonces, ante su visión y saber se abre y aparece un universo que, inexorable, bota, sacude, pone en cuestión sus paradigmas y demuestra lo frágil de la ilusión en la que habita, y lo coloca ante opciones de transformación y de superación que no están en sus planes, ni en sus ideas: al final, por consecuencia, toma lo divino, lo espiritual, la sabiduría, y lo hace su instrumento bajo especulaciones e interpretaciones convenientes. Y como así, bajo el mismo temor, lo hacen otros: será cuando, de una fuente, se suceden muchas vertientes que, incluso, desmienten al original y lo tergiversan hasta despojarle de su Sentido Esencial.
No que del evangelio o del I Ching, o de otros textos de enseñanzas espirituales, nazcan teorías y versiones en contradicción y a veces en confrontación porque así lo pretende el contenido del Libro o resulta de la Enseñanza, sino es porque el pavor de los Hombres despedaza la Esencia, Sentido y Propósito de fuentes que rompen con la Ilusión de este sistema mundano…y esta verdad les hace perder el Control. Y en lugar de un acto de honestidad que simplemente deja de lado aquello en lo que no cree o no acepta, opta, porfiadamente, por tomarlo para sí y descomponerla con sus propias especulaciones, y desde su trinchera dispara a otras varias interpretaciones que también (cree o siente) amenazan con desalojar o poner en duda el producto de su preciosa invención.
La honestidad y la rectitud nos dice que, si entramos por las sendas espirituales y divinas, no podemos imponer una pretendida ‘supremacía intelectual’ o acomodar dichas alturas a según nuestros propósitos mundanos y proceder por el miedo que nos aferra al efímero Control. Porque el miedo y el ficticio Control sólo provocan que los dioses tomen al pretencioso como a muñeco de aserrín, el cual, después del festín, irá a la hoguera del olvido.